sábado, 21 de agosto de 2010

EXPLORANDO EL FLJOTSDALUR



María A. embelleciendo el paisaje.
 

Cascada Strútsfoss.
 

Encuentro de las aguas turbias o lechosas del valle Norðurdalur (río Jökullsá í fljotsdál) con las impolutas del Suðurdalur (Kelduá y Fellsá).
 

El sendero de subida a las cascadas Litlanesfoss y Hengifoss. Al fondo el Lagarfljót y a la izquierda el primer puente comunicando el bosque Hallormsstaðarskógur con la ribera norte del lago.
 

Centro Cultural Gunnar Gunnarsson en Skriðuklaustur.

Caballos en las praderas del Fljótsdalur. Al fondo, a la izquierda, se ve la línea eléctrica que alimenta a la factoría de aluminio de Alcoa en el Reydarfjördur.
 

Cascada de Litlanesfoss. Por razones que no alcanzo a entender, esta espectacular cascada no tiene la fama que merece.
  

Cascada Hengifoss.
 
Egilsstaðir, población de tierra adentro, hace años que superó los 2000 habitantes. Es la puerta de entrada hacia los mayores fiordos del este de Islandia y es también capital del extenso municipio de Fljótsdalsherað, voz que significa Región (herað) del Valle (dal) del Río (fljót).
Aguas arriba de Egilsstaðir se estira el Lagarfljót (alias Lögurinn), un lago que alcanza los 28 kilómetros de longitud nada menos, con una anchura nunca mayor 2,5 kilómetros y una profundidad máxima algo superior a los cien metros. La leyenda local refiere que un monstruo, el Lagarfljotsormurinn –la Serpiente del Lago- vive oculto bajo las aguas lechosas y opacas. (Las únicas serpientes de Islandia son animales mitológicos. En realidad, ni siquiera hay una voz vikinga equivalente a culebra o serpiente. Ormurinn significa gusano).
Al Lagarfljót bajan los deshielos del Eyjabakkarjökull –apéndice norteño del gran glaciar Vatnajökull– cuyas múltiples corrientes se despeñan desde las proximidades del Monte Snaefell. El principal río es el Jökullsá í Fljótsdal. Cerca de sus cabeceras hay varias cascadas notables cuya integridad, según diversas informaciones, se ve seriamente afectada por el megaproyecto hidráulico de Kárahnjúkar. (A este asunto nos referíamos en la entrada del 11 de agosto de 2010 titulada ENERGÍA, DESARROLLO, ENTROPÍA).
Hay mucho, muy interesante y variado que ver en torno al Lagarfljót y conviene dedicar a ello, al menos, una jornada completa. Nosotros sugerimos partir de Egilsstaðir por la N1 en sentido sur, es decir, por la ribera oriental del lago. A unos once kilómetros hay que abandonarla para tomar la 931 que continúa por la ribera y penetra en el Hallormsstaðarskógur, el bosque más poderoso de Islandia. A medio camino hay una estación de servicio -que no abre hasta muy entrada la mañana- y, poco más allá, donde el lago empieza a estrecharse, un puente lo atraviesa. Pasando por él a la ribera norte y reanudando allí la marcha rumbo a la cabecera del valle, enseguida aparece el área de aparcamiento que es punto de partida para alcanzar uno de los más visitados monumentos naturales de la región: la cascada Hengifoss.
En Hengifoss el agua se despeña desde 118 metros y la espectacularidad del paraje se debe tanto a la verticalidad del cortado como a la sucesión de estratos de arcilla de vivo color rojo y de notable espesor, intercalados entre oscura lava basáltica. El conjunto es como un reloj que mide el tiempo a escala geológica evidenciando las etapas de formación y crecimiento de la isla y la alternancia de colosales erupciones volcánicas con los depósitos de ceniza arrastrados por riadas y aluviones. La caminata desde la carretera hasta Hengifoss está al alcance de cualquiera no impedido para andar por un sendero de montaña en continua pero llevadera ascensión. La cascada Hengifoss es tan nombrada que resta fama a su vecina Litlanesfoss, una aparición que el explorador encuentra a mitad de camino, cuando el lago ya va quedando lejos, atrás y abajo. El torrente se desploma en Litlanesfoss ante una espléndida columnata de basalto, más imponente aún que las de Svartifoss o Aldeyarfoss, tan publicitadas en las guías turísticas de Islandia.
Tras la visita a las cascadas y de vuelta en la carretera, continuando orilla del lago arriba, enseguida se alcanza un lugar llamado Skriðuklaustur. El nombre es tan explícito como casi todos los topónimos islandeses: Abadía de la Avalancha. En el siglo XV fue erigido aquí el más joven de los nueve monasterios católicos que hubo en la isla durante la baja Edad Media. Con la reforma luterana, todos ellos fueron abandonados. En el año 2002 se pudo en marcha una excavación arqueológica y en el verano de 2010 continúan los trabajos con la cuidadosa lentitud que el asunto requiere. Las ruinas están saliendo a la luz un poco por debajo de un llamativo edificio de piedra con tejado de turba que fue domicilio de Gunnar Gunnarsson, conocido escritor islandés. Actualmente aloja un museo y un centro cultural. En su planta baja hay un restaurante donde se come muy bien. Los precios del buffet libre son más que razonables y entre las viandas que allí se ofrecen están las sopas de langosta y de champiñón más excelsas que hemos saboreado en nuestra ya larga experiencia gastronómica, además de ensaladas variadas, ricas verduras horneadas, carne de reno, migas de bacalao con patata, otras carnes y pescados y una irresistible oferta de tartas caseras. Todo ello servido en un ambiente familiar.
Muy cerca de Skriðuklaustur parte la pista 910 que sube hacia el monte Snaefell y lleva también al más lejano desierto de Odadahraun, al monte Herðubreið y a la caldera de Askjá. Siguiendo esta ruta, enseguida se alcanza la granja de Valþthjófstaður. En las escarpaduras vecinas a este lugar está la Fljótsdalur Station, la central hidroeléctrica de 690 MW de potencia, instalada bajo una bóveda, casi un kilómetro dentro de la montaña. Desde el complejo de presas de Kárahnjúkar baja hasta aquí a través de túneles un caudal máximo de 144 metros cúbicos por segundo que cae en un salto de 420 metros para mover las turbinas. Liberada su enorme energía, el agua circula por túneles de descarga y canales que la conducen al río Jökulsá í Fljótsdal y al Lagarfljót. Nosotros hemos dejado pendiente la visita a estos lugares para una próxima oportunidad. Nos intriga saber qué efectos tendrán los embalses sobre el paisaje y la biodiversidad en aquellas alturas y qué consecuencias acarreará el desvío del caudal del río Jökullsá á Dál hacia la cuenca del Lagarfljót, por mucho que ambos terminen desembocando, uno junto al otro, en las arenas negras del Heraðssandur.
En la cabecera del Lagarfljót vienen a confluir dos valles, el Norðurdalur y el Suðurdalur, es decir, el Valle del Norte y el Valle del Sur. El del norte es el afectado por el magno proyecto hidroeléctrico. Para acceder al Suðurdalur hay que pasar nuevamente a la orilla sur del lago por un segundo puente. Una vez en esta ribera, tomando la pista que continúa río arriba, se alcanza la granja de Sturluflöt al cabo de once kilómetros. En este lugar se funden los impolutos ríos Kelduá y Fellsá. Una caminata de hora y media a partir de la granja Sturluflöt conduce, siempre sobre la margen sur del río Fellsá, a la majestuosa cascada de Strútsfoss, muy parecida a la de Hengifoss pero con el salto en dos etapas.

2 comentarios:

  1. Me está encantando tu blog, lo he encontrado por casualidad y prometo leerlo poco a poco, mi mas sincera enhorabuena.....,
    seguiré en contacto,
    Paúl

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  2. Un poco lo mismo del comentarista anterior...Encontrado por "causalidad" por un enamorado de Islándia !!

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